sábado, 23 de mayo de 2015

¿Hay salida para el laberinto político andaluz?




La política andaluza se ha complicado desde las elecciones del 22 de Marzo: ha entrado en un laberinto del que no se vislumbra una salida positiva para los andaluces. A dos meses de las elecciones aún no hay un nuevo gobierno en Andalucía que pueda hacer política, que intente resolver los muchos problemas existentes en nuestra Comunidad Autónoma. 
La estrategia puesta en marcha por el PSOE para conseguir la presidencia con la abstención de alguna o algunas fuerzas políticas, no lleva muy lejos. A la vista está: ya son tres las votaciones en el Parlamento y los números se repiten (47-62). No hay salida, y si la hubiera, podría ser peor a estas alturas, sería “pan para hoy y hambre para mañana”. Susana Díaz formaría el Gobierno andaluz más inestable de la Historia andaluza, quedando a merced de las posibles fuerzas abstencionistas, que son diversas y tienen poco en común. Todo deberá ser negociado, lo cual no es malo en sí mismo, sino todo lo contrario, pero visto lo visto cada asunto se puede eternizar. Parece que no se han medido las consecuencias o quizás sea que no importan, porque el objetivo es formar gobierno y después ya veremos, mientras los demás afilan sus garras para las siguientes batallas. 
Es verdad que la Administración no puede, ni debe pararse, y que hay unos Presupuestos aprobados por PSOE e IU, que permiten tirar adelante en lo que resta de año; pero también es verdad que el Parlamento andaluz sufre una absoluta parálisis que indigna a unos y otros, pero sobre todo a los ciudadanos. Es sencillamente inaceptable. Se ha convertido en un laberinto cerrado, ensimismado, sin salida en estos momentos. Para colmo, los diputados electos sólo usan sus escaños para calentarlos un ratito cada cierto tiempo. No mucho, que ya hace calor... Nadie está dispuesto a moverse, ni que le muevan de su sitio; nadie quiere negociar en profundidad, todos se miran unos a otros... ¿Hasta cuándo? No se sabe, nadie contesta, aunque todos reclaman diálogo.
Esta situación tiene sus causas. La primera, y madre de todas ellas, fue la convocatoria de unas elecciones que nunca debió hacerse, pues había un acuerdo de gobierno PSOE-IU, el cual, con sus problemas normales, estaba funcionando, prueba de ello fueron los Presupuestos para 2015 y las leyes aprobadas o pendientes de ser aprobadas. Faltó diálogo o alguien no lo quiso. Si el posible referéndum interno de IU sobre su continuidad en la coalición de gobierno era una huida hacia adelante de Antonio Maíllo para contentar a todos (en realidad una minoría de su organización) y taponar la huida de simpatizantes hacia nuevas formaciones políticas, también lo fue la convocatoria de elecciones por parte de Susana Díaz quien, aprovechando lo planteado por sus socios de gobierno, quiso solucionar sus propios problemas y los de su partido a varios niveles, creyendo que era el momento de taponar o, al menos, ralentizar la llegada de los nuevos partidos. 
No le salió mal del todo, pero el objetivo pretendido (poder gobernar en solitario), mil veces expuesto en la campaña electoral, no fue alcanzado, e IU, además, sufrió injustamente las consecuencias de una decisión unilateral, personal y partidista.
A partir de ahí, todo son causas y efectos concatenantes. Desde el 22M todo es distinto en Andalucía, como lo será pronto en toda España. Ahora con las mimbres existentes (no hay otras) hay que hacer el cesto, es decir, hay que conseguir que haya Gobierno en Andalucía y que el Parlamento cumpla su función. Ahora bien, por el camino emprendido no va a ser posible. Creo que ni siquiera ya es aconsejable. Es más bien un laberinto sin salida. 
Los resultados electorales son lo que son, no tienen vuelta de hoja: son los que el pueblo andaluz ha decidido. Con esos resultados, que son una oportunidad nueva para Andalucía, sólo caben dos opciones para encontrar una salida airosa, positiva, para todos. La primera, que considero la elegida por los andaluces, sería la formación de un Gobierno de coalición con dos o tres partidos políticos, entre los que debería estar IU, por programa y experiencia, o, al menos, un acuerdo de legislatura, que dé estabilidad a la Junta de Andalucía durante los próximos cuatro años. La segunda, si fracasa la anterior, debe ser la convocatoria de nuevas elecciones, y sálvese quien pueda, porque si no hay acuerdo posible después de negociar, nadie debe quejarse. Que el pueblo andaluz hable de nuevo y ya veremos...
Seguir por el camino emprendido de votación tras votación sin haber alcanzado un acuerdo es continuar en el laberinto. Peor aún, es no querer una alternativa con vocación de continuidad y estabilidad para Andalucía
Ramón Barragán Reina

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