REFLEXIONES
A PARTIR DEL CESE DE JUAN ANTONIO BERNIER COMO GERENTE DE LA FUNDACIÓN RAFAEL
BOTÍ
Que la Fundación Rafael Botí es algo anómalo y pestilente lo confirma el cese de Juan Antonio Bernier. Nombrado gerente de la misma hace escasos dos años y medio, sólo las iniciales actividades de su autoría (como las exposiciones de Miki Leal, Equipo 57, Geométrico Trip South…) pudieron desenvolverse con cierta normalidad, aunque no exentas de intrusismos e interferencias por parte de Marisa Ruz, la diputada de Cultura que, con su pertinaz egocentrismo, ha sido incapaz de diferenciar los límites entre representación y gestión.
No hablo de oídas. La exposición que
celebré, junto a Fernando Clemente, José Miguel Pereñíguez y Fernando M. Romero
en el Centro Botí de la plaza Judá Leví tuvo una demora de nueve meses porque
la diputada, por su propia voluntad y sin tener en cuenta los compromisos asumidos
por la propia Fundación y sus filtros técnicos y administrativos, decidió
celebrar una exposición sobre flamenco en las fechas asignadas a la nuestra.
Ante la unilateral y arbitraria decisión (y el trastorno económico que le
supuso a Fernando M. Romero, que tenía que realizar una intervención personal
en el patio y contaba con esos honorarios para abonar su máster en Londres) sopesé
interponer una demanda judicial para que la diputada entendiera que la política
consiste en administrar los bienes y asegurar los servicios, algo muy diferente
a su institucional apropiación.
Solo la ecuanimidad de Juan Antonio Bernier
y su inquebrantable talante dialogante, logró convencerme de que desistiera de
mi decisión y nos aviniéramos a celebrar la exposición más adelante. Pero las
pazguatas ínfulas de la diputada se mantuvieron inmarchitables. Durante la itinerancia de
nuestra exposición en Roma se planteó celebrar allí la presentación de la
antología italiana de Pablo García Baena, financiada por la Diputación de
Córdoba (a la que le correspondieron doscientos ejemplares de la edición). Se
contaba con la presencia de la profesora Pittarello y la posibilidad del
desplazamiento del editor desde Florencia. El departamento de español de la
Universidad de La Sapienza mostró su interés en acoger el acto pero, para
sorpresa de todos, la diputada desdeñó la ocasión al considerar “no digno” el
lugar. Conviene recordar que esa antología no ha contado con presentación
pública alguna que le diera cobertura, ni en Italia ni en España, a pesar de
que el propio Pablo diseñara poco antes de morir el formato del acto de la
presentación en Córdoba.
De este libro, además, no se han distribuido
ejemplares por el departamento de Cultura de la Diputación a las personas que
lo han solicitado. ¿Qué motivos puede haber para haber sido silenciado? ¿Acaso
la causa puede ser no citar el nombre de la diputada en su prólogo? Esa omisión
estuvo tras la falta de contestación a la oferta de compra que Encartes 21,
editora de mi diccionario sobre arte contemporáneo en Córdoba, le hizo tres
años atrás a la diputada.
Podemos e Izquierda Unida deberían ser más
cuidadosos con los comportamientos extemporáneos de sus políticos. E igualmente
el PSOE, cómplice en la necia y burda maniobra del cese de Bernier. La diputada,
dentro de muy poco, será exdiputada y nos veremos libres de su infantilismo y sus
monsergas, pero como siempre será la ciudadanía quien asuma las pérdidas. En
este caso hemos perdido a un tipo excelente, a un honesto y nada sectario
gerente, que se propuso encauzar la Fundación Rafael Botí hacia una ilusionante
y transversal atención cultural, alejándola del clientelismo y el rancio
dirigismo político de épocas anteriores.
Remití este texto el martes 12 de marzo a
diario “Córdoba” para su publicación como carta al director. Como tengo amistad
con un periodista de ese diario, le hice notar que, dada la gravedad de los
hechos, no autorizaba cortes en el texto. La encargada de esta sección, como
consecuencia de ello, se puso en contacto telefónico conmigo el miércoles 13.
Me informó que, dado que su extensión superaba los caracteres disponibles en el
diario, cifrados en seiscientos para las cartas normales y dos mil ochocientos para
la “carta ilustrada”, me proponía reducirlo a la par que me invitaba a
actualizar su contenido incorporando las novedades que se habían sucedido (como
el cese de los cinco integrantes de la comisión técnica de la Fundación y las puntualizaciones
de la diputada acerca de la necesidad de contar con un perfil más técnico para
el gerente).
Confieso la perplejidad que me causó esta propuesta
de cuadratura del círculo. ¿Reducir el texto pero a su vez ampliar la cobertura
de los hechos? Evidentemente otras motivaciones debían agazaparse tras el
ofrecimiento. No, mire, yo hablo sólo de lo que conozco, y por eso me
responsabilizo de mis palabras, le contesté. Serán los miembros de la comisión
técnica los que tendrán que explicar las causas de su renuncia pero, sobre
todo, corresponderá a sus compañeros periodistas indagar en las motivaciones y
circunstancias de este hecho e informar a los lectores de su periódico.
Diario “Córdoba”, hasta entonces, había
dedicado 71 palabras a la noticia de la destitución de Juan Antonio Bernier (en
un texto de Europa Press publicado el día 12) y 94 palabras a la supuesta
necesidad de un perfil “más técnico”, argumentado por la diputada de Cultura de
la Diputación, en la edición del día 13 (del comunicado que el propio Bernier
redactó para rebatir el relato de la diputada, diario “Córdoba” no se hizo
eco). Una representante política (a dos meses del abandono del cargo) adopta
una decisión arbitraria sobre un colaborador, al que ha sometido a un continuo
maltrato y acoso (hasta el extremo de prohibirle su presencia en las fotos de
las ruedas de prensa de las actividades que organizaba) y diario “Córdoba”
establece un límite de caracteres para informar a sus lectores. Puro periodismo
de raza.
A
partir de ese momento, y tras mi impertinencia (con el uso de un término que,
he de reconocer, no es invención mía), la conversación entró en crisis. No
obstante, la periodista seguía insistiendo en la oportunidad de no sacrificar
el texto por completo. “Cuenta usted cosas interesantes”, dijo. Y de inmediato
entendí que el cese de José Antonio Bernier, y mi solidaridad con el mismo, probablemente
no le interesaban gran cosa y era la historia del secuestro del libro de Pablo
García Baena lo que cifraba su interés. No, tire directamente mi texto a la
papelera, volví a indicarle.
El
cese de Juan Antonio Bernier ha provocado reacciones colaterales singulares. En
primer lugar ha puesto en evidencia el papel de control sobre el poder que
debería ejercer cierta prensa local. Habituada ésta a cubrir las incidencias de
cuanto ocurre en la ciudad en función de los comunicados de prensa que emiten
los gabinetes políticos, y cercenada la capacidad de investigación profesional,
los periodistas se convierten en cadenas de transmisión de los órganos institucionales.
Las causas que subyacen tras los hechos se omiten. Y no sólo en la prensa
escrita. En la digital se produce un similar desdén investigador pues la
inmediatez con que se recogen las incidencias, conlleva a registrar las
noticias como una sucesión de titulares. El conciso y breve texto que acompaña
esos titulares obvia el análisis particularizado que debería facilitarse al
lector, para que dispusiera de una versión amplia sobre los hechos y sacara sus
propias conclusiones.
Sin estas herramientas la información se
banaliza y no contribuye al esclarecimiento de las causas y los motivos agazapados tras el
titular. Los políticos, así, se benefician del cerco de silencio y
desinformación e incluso intentan desviar las causas de esos hechos. Como Alba
Doblas, que se permitió interpretar
turbiamente el cese de Bernier como un problema de género (y condenarlo a la
hoguera en un desafortunado tuit), y nadie censuró semejante dislate ni le aclaró
que la auctoritas de un servidor
público debe basarse en la rectitud moral y en la defensa de la justicia, por
encima de los oportunismos y las necesidades políticas de su agrupación tribal. José María Báez
*
debatir
polemizar juzgar valorar pensar exponer decir creer considerar estimar argüir cuestionar
discrepar discutir disentir porfiar disentir
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