Museo de Bellas Artes de Córdoba |
El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha inaugurado recientemente, con la presencia del Jefe del Estado, una peculiar reordenación de sus colecciones. El escritor Kirmen Uribe ha ideado 31 vocablos y usado 305 obras de sus fondos para evocarlos. De esta forma el Museo rompe, momentáneamente y mientras dure esta exposición, el habitual método de mostrar cronológicamente su colección. “Ahora se ven más contentas las pinturas”, declaró Uribe.
El Museo de Bellas Artes de Bilbao se fundó
en 1908 y se inauguró en 1914. En 1924, y bajo la dirección del pintor Aurelio
Arteta y la tutela de la Diputación Foral de Vizcaya, se puso en marcha un
Museo de Arte Moderno, que en 1945 acabó fusionándose con el de Bellas Artes.
La particular solvencia de la Diputación
Foral de Vizcaya, así como la peculiar idiosincracia de la banca y el
capitalismo vasco, actuaron de común acuerdo para nutrir los fondos iniciales
de la colección del Museo. Cuando los resortes económicos de la Diputación no
fueron suficientes, los empresarios vascos colaboraron para conseguir piezas
singulares. Así, cuenta con potentes luminarias renacentistas (Lucas Cranach,
El Greco..), barrocas (Gentileschi, Ribera, Zurbarán, Murillo...), del siglo
XVIII (Goya, Alenza...), siglo XIX (Mary Cassatt, Gauguin...) y siglo XX
(Bacon, Tàpies...), sin olvidar las piezas romanas y griegas, las cerámicas
renacentistas españolas y las colecciones orientales (China, Japón...) y la muy
completa visión del arte vasco hasta nuestra contemporaneidad.
Museo de Bellas Artes de Bilbao |
Las pinturas constituyen documentos de la
época en que se realizaron, y las más cercanas a nuestro ámbito nos informan
sobre nuestra historia particular. Antonio del Castillo no sólo nos ilustra
sobre la piedad religiosa de su tiempo, sino que nos habla de una sociedad
donde la originalidad carece de suficiente valoración, y por eso admite las excesivas
dependencias iconográficas que él mismo (o Fray Juan del Santísimo Sacramento,
otro pintor coetáneo suyo) realizó valiéndose de grabados ajenos. Cuando
Castillo se aventura a abrir una tienda en la ciudad y ofrece en ella cuadros
donde el paisaje amplía y libera su habitual servidumbre de fondo, nos está
indicando que hay un segmento de población cordobesa que es receptiva a las
nuevas modas impuestas por Carracci desde Roma. Que algo se está moviendo en la
burguesía de la ciudad.
Las obras acumuladas en los museos nos
hablan del trasiego comercial y las visicitudes históricas. Así, la insólita
(por lo que se refiere al panorama museográfico español) colección de tsubas
del Museo de Bellas Artes de Bilbao, llegada al mismo a través de una donación del
coleccionismo particular, nos ilustra sobre la gesta y el interés de algún
empresario vasco vinculado comercialmente con aquellas tierras, de la misma
manera que gran parte de las colecciones del Museo del Prado constituyen
herencias llegadas del exterior, como el fantástico y espectacular “Tesoro del
Delfín”.
Antonio del Castillo |
Al entrar a formar parte de un patrimonio
común, socializan su particularidad y transforman su historia en algo
compartido. Este proceso de idealización converge en un reducto de memoria
colectiva y un ente estimulante para la autoestima de los ciudadanos. Nada
sorprende pues la decidida apuesta del gobierno nacionalista vasco por apoyar
la revitalización del Museo de Bellas Artes de Bilbao, y la captación de Miguel
Zugaza, un gestor de reconocido talento y aptitudes, para llevar a cabo la
empresa.
¿Qué podemos aprender de todo esto? En
principio tenemos que reconocer la asquerosa situación en que se encuentran los
museos cordobeses. Y los motivos no reposan en exclusiva sobre diferencias y limitaciones
económicas. Frente al esplendor del museo bilbaino, el abandono de los nuestros
nos ilustra sobre la miseria moral de una población civil, que es incapaz de
demandar soluciones, y una clase política que es incapaz de percibir su
gravedad.
Con la excepción de Antonio Hurtado, que
insiste año tras año en reclamar partidas presupuestarias para iniciar las
obras del nuevo Museo de Bellas Artes, nadie hace nada para mejorar y corregir
la situación de esta institución, asfixiada en el lóbrego y reducido espacio de
la Plaza del Potro. Tras la revisión del Plan General de Ordenación Urbana
elaborado por el equipo en el que colaboró Juan Cuenca, se acordó destinar las
traseras de la Torre de la Calahorra como futura sede del mismo, pero ni la
corporación de entonces (presidida por Rosa Aguilar y con posibilidades
económicas), ni las sucesivas lideradas por el Partido Popular ni el PSOE, han
sido capaces de acometer el proceso de expropiación de suelos para poder
ofrecerlos al Gobierno central y forzar la intervención.
Y en cuanto al Museo Arqueológico y
Etnológico la prolongada clausura de sus instalaciones en el palacio de
Jerónimo Paez, y la reducida exhibición de sus espléndidas colecciones de
épocas romana y árabe expuestas en la nueva ala, nos hablan de un idéntico
desamparo y postergación. Hasta ahora sólo cuenta con una tibia declaración de
Carmen Calvo para intentar acometer la reforma de su sede histórica.
Intenciones tan etéreas que ni hasta la delegada del Gobierno en Córdoba, en
una reciente rentrevista periodística, se ha atrevido a apoyar.
José María Báez
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